Manuela Gretkowska | ensayo sobre de jardín esculturico

Ptak X. Br?z. 1/2 2006.  82x67x33cm. No es extraño que los pájaros migren miles de kilómetros. Vuelan buscando la frescura o el calor, el alimento y la vida. Los pájaros del escultor mexicano Juan Soriano no parecen entonces tan exóticos en el campo polaco, junto a una antigua mansión. Es un lugar para ellos; el parque, la galería fueron adaptados por Marek Keller. Fue él, uno del rebaño de los artistas migrantes y los admiradores del arte que los siguen, quien descubrió en Kazimierówka un refugio para él mismo, para la memoria de Juan y para sus obras.

„Me despertó una mañana un ruido en la recámara. En la cama, donde dormía Juan, estaba sentada una paloma. Le abrí la ventana, pero voló de mala gana y regresó„ – contó Marek durante mi primera visita en el Jardín de las Esculturas en Kazimierówka.

Creo que fue Juan; tanto más que en la galería precisamente su escultura de una paloma fue colocada en la parte de la casa que los chinos que practican feng shui llaman la „zona del amor”. ¿Por qué son los símbolos chinos lo que me viene a la mente, en vez de los europeos que nos dicen que las almas de los muertos regresan como pájaros? A cierto nivel, lejos y alto, a la altura del Cielo, desde donde está mirando Juan Soriano, todos los símbolos se unen. Como el arte verdadero que se nutre de lo más profundo, común y simbólico del ser humano. Describiendo el mundo, los chinos se sirven de los cinco elementos: metal, fuego, aire, agua y madera. También Juan se aprovechó de ellos para crear su propio mundo – el arte. Sus pájaros son de metal que se fundía en el fuego. Tienen color del agua, son seres aéreos, se sientan en los árboles.

Casi todas las esculturas del artista se visten de la niebla azul del Golfo de México o el océano abierto. México está rodeado del azul de las aguas y del cielo. Tengo la impresión de que casi cada artista mexicano ha tenido que definirse a sí mismo y su lugar en la paleta de los colores escogiendo su propia azulidad. Frida Kahlo, amiga de Juan, pintó su casa de carmesí. Mezcló la inocencia del azul con el color de la sangre y del sufrimiento. Pienso que Soriano „se define” a través de la sutileza del azul marino. En el Jardín de las Esculturas nos recibe un toro sentado. Su dureza metálica y su fuerza se esconden detrás de aquel tono delicado del cobre expuesto a la brisa marina y el sol mediterráneo. Es parecido al color de las esculturas de Creta – la civilización de la cual surgió  la cultura del Occidente. El símbolo de Creta fue un toro, el Minotauro – mitad hombre, mitad animal -. Los pájaros de Juan también son humanos. No sabemos si tuvimos alas y provenimos de los ángeles, pero seguro de los pájaros. Nuestros ancestros comunes, como ellos, ponían huevos. Perfectamente redondos se alargan adquiriendo la forma ovoide de una gota por la gravedad de la tierra, la vida en la tierra.

¿Por qué en las esculturas de pájaros Juan condensó casi todo su arte y toda la vida? Son símbolos de la ascensión. No quiero entretenerme con el psicoanálisis, pero el padre del artista tuvo algo del pájaro y su ser aéreo. La ciudad de Guadalajara, antes de la guerra. En la sala de los padres de Juan se reúne la élite de los políticos y los funcionarios locales. Sombreros, trajes de tela de alta calidad y los cortes provincianos de los vestidos de fiesta. El ruido de las sillas arrastradas, el olor de los puros y las flores carnosas. La conversación intermitente sobre la bolsa de valores o el calor insoportable, pues el anfitrión, un ciudadano respetable y católico, pero a la vez médium famoso, entra en trance. Se despega lentamente del piso y permanece así entre lo real y lo mágico. En el álbum de fotografías guardado por Marek Keller hay una fotografía del padre de Juan levitando. „Padre Nuestro, que estás en el cielo” como los pájaros, volando como ellos a pesar de la atracción terrestre, como los personajes del realismo mágico.

Creo que las obras de Juan Soriano tienen precisamente algo mágico. Contemplen su fotografía en la entrada a la galería. Tranquilo, seguro de sí mismo y a la vez inspirado, supervisa la fundición de una escultura, la creación del fénix – de las chispas y del fuego.

En el invierno sus obras en el jardín polaco se cubren de nieve, que les agrega la cualidad gráfica de un signo. El signo del misterio, que puede descifrarse sólo cuando uno visita el Jardín de las Esculturas.

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